Triunfan, levantan trofeos, salen en portadas y después… se quiebran. La salud mental sigue siendo el gran tabú del deporte profesional. Esta es una mirada profunda al costo psicológico de la alta competencia y lo que ocurre cuando los reflectores se apagan.
Silencio tras la gloria
El deporte profesional exige cuerpos perfectos, mentes invencibles y una disposición inhumana al sacrificio. Pero ¿qué pasa cuando la mente no soporta la carga? ¿Cuando la victoria no alcanza para callar los demonios? O peor aún, ¿cuando nadie escucha si la derrota mental ocurre fuera del campo?
Cada vez hay más evidencia de que el rendimiento físico y la salud emocional no siempre corren por la misma línea. Desde futbolistas en su mejor momento hasta estrellas olímpicas o jugadores de la NFL, las grietas mentales aparecen con fuerza… y el sistema no siempre está preparado para atenderlas. A veces, ni siquiera quiere verlas.
El caso de Mirko Šarić: el dolor que no se entrena
Tenía 21 años y era una de las promesas del San Lorenzo argentino. Mirko Šarić lo tenía todo para triunfar. Sin embargo, el 4 de abril del año 2000 se quitó la vida en su casa. En su carta, confesó estar sumido en una profunda depresión por problemas personales y profesionales. La prensa de entonces hablaba de lesiones, frustraciones y una relación amorosa conflictiva, pero el mensaje de fondo era claro: nadie vio (o quiso ver) su dolor.

Šarić fue uno de los primeros casos públicos que sacudió el fútbol latinoamericano. Su historia dejó claro que el éxito proyectado no siempre es suficiente para sostener la vida.
Adriano: del “Emperador” al exilio emocional
Adriano Leite Ribeiro fue temido en Europa, figura del Inter de Milán y un ídolo para Brasil. Pero tras la muerte de su padre, su rendimiento cayó en picada. Declaró públicamente que entró en una etapa de depresión que lo alejó del fútbol de élite. Nunca se recuperó del todo. Su retiro no fue oficial, pero sí definitivo.

La prensa lo señaló por su “indisciplina”, pero pocas veces se habló de su vacío emocional. En entrevistas posteriores, Adriano admitió haber perdido el rumbo y no encontrar motivación ni contención en los clubes que lo vieron brillar.
Libertinaje, adicciones y síntomas no diagnosticados
No todos los casos se presentan como depresión explícita. Algunos se expresan en exceso, en rebeldía, en autodestrucción.
- Gullit Peña y Cubo Torres han sido señalados por su descontrol fuera de la cancha. A menudo se les reduce a “malas decisiones”, pero detrás podría haber fracturas mentales no atendidas.
- George Best, ídolo del Manchester United, murió a los 59 años, víctima del alcoholismo crónico. En vida admitió: “Gasté mucho dinero en mujeres, alcohol y autos rápidos. El resto lo malgasté”.
- Diego Maradona convivió con adicciones, abuso de medicamentos y una salud mental deteriorada, rodeado de un sistema que lo idolatraba, pero nunca lo protegió emocionalmente.

Michael Phelps y Simone Biles: el oro no cura la ansiedad
Michael Phelps, el atleta olímpico más condecorado de la historia, confesó que tras los Juegos de Londres 2012 pensó en quitarse la vida. Ganó todo, pero la sensación de vacío lo aplastó. Requirió tratamiento, terapia y tiempo para estabilizarse.

Simone Biles, otra leyenda olímpica, se retiró de varias pruebas en Tokio 2020. Lo hizo con dignidad y con una declaración contundente: “Mentalmente no estaba bien, y eso es más importante que cualquier medalla”. Su caso abrió un nuevo capítulo en la conversación pública sobre salud mental en el alto rendimiento.
Esto no es exclusivo de Estados Unidos ni del fútbol
No importa el país. Pasa en México, en Argentina, en Japón, en todos lados. En cada deporte donde se persigue el rendimiento como único fin, el costo humano queda en segundo plano.
Y no, no se trata de que los clubes “desechen” a quienes no son suficientemente buenos —eso es parte de la lógica del deporte profesional—, sino de que cuando un atleta falla por motivos emocionales o de salud mental, la estructura simplemente deja de verlo.
¿Y si no llegas al profesionalismo por una crisis mental, una recaída, una pérdida? No hay red. No hay seguimiento. No hay terapia.
Conclusión: el marcador no dice todo
Los atletas no son máquinas. Son personas, muchas veces jóvenes, con expectativas descomunales, presión mediática, explotación comercial y cero espacio para quebrarse. El discurso de la fortaleza a toda costa ha construido ídolos, pero también ha dejado cadáveres, traumas y vidas arruinadas.
Hablar de salud mental no es un lujo ni una moda. Es una necesidad urgente en el deporte global. Y mientras más se ignore, más historias como la de Tamura, Šarić o Phelps seguirán apareciendo.